
Ser seguro en la vida no significa que no tengamos miedo, que no nos visite a veces la ira o la impulsividad; significa que sabemos claramente la diferencia entre lo correcto e incorrecto, lo que nos daña por dentro y saca la peor versión, dañando a los demás, incluso a quienes no lo merecen.
La seguridad brota cuando alguien está concentrado en sus metas, sueños y propósitos con pasión y entusiasmo. Pero para lograrlo hace falta aprender a quererse, valorarse, respetarse y saber cuidar mente, cuerpo y espíritu; entendiendo que las pruebas del camino fortalecen la personalidad, atraen temple y nos enseñan el sendero para no repetir los mismos errores.
La columna recta y mirada siempre directa, que no se esconde, significa seguridad, pisar tierra; no es algo que pueda fingirse. Si hay días en que caminamos cabizbajos, apagados y sin fuerza, esas emociones se reflejan en el lenguaje corporal, pero deben pasar para que no se adhieran y sean una constante en la personalidad.
Expresar ideas con claridad, empatía y sencillez requiere cultivar la buena lectura, acercarse al arte, recrear siempre la mente, alimentar el espíritu, viajar, tocar, oler y sentir. La mezcla de todo ello activa la creatividad, enriquece lo que podemos decir y nos hace únicos e irrepetibles.
No se consigue el liderazgo imitando a gente de voz elevada o con porte de dictador, y mucho menos infundiendo miedo. El liderazgo es la capacidad del ser humano de transmitir confianza, de ser escuchado, de poder compartir conocimiento, servir y ponerse en el zapato ajeno a nivel emocional. Un real líder no se inmuta ante las cámaras y flashes, conversa y charla con quienes les toque lidiar en libertad, contento y comprometido emocionalmente con sus loables intenciones.
Sin embargo, qué importante es tener en claro qué se quiere dar en tierras de paso, sin tener la presión del qué dirán, imitar a nadie o sentirse presionado para hacer o decir equis cosas. Ello se traduce en libertad interior, conciencia y humildad para mirarse siempre, reordenar ideas y evitar dañar adrede a quien nos toque lidiar.